
A veces el Día de la Madre nos agarra de sorpresa.
Y no porque no nos importe, sino porque nos cuesta encontrar la forma de expresar todo lo que sentimos. ¿Cómo se le agradece a alguien que dio (y da) tanto? Spoiler: no hace falta escribirle una carta de tres carillas ni llenar la casa de globos. A veces, lo más simple es lo que más llega.
Un desayuno con tiempo: No tiene que ser gourmet ni instagrameable. Alcanzan unas tostadas, café y sentarse con ella. El tiempo compartido es un lujo que vale oro.
Decirle lo que te cuesta decir: Capaz no lo hacés seguido. Capaz nunca lo dijiste. Pero este puede ser el momento para largar un «gracias por todo lo que hiciste por mí«. Aunque sea así, simple. Sin adornos.
Escucharla de verdad: Dejar el celu. Mirarla a los ojos. Preguntarle cómo está. Porque a veces, entre tanta rutina, nos olvidamos que mamá también necesita ser escuchada.
Compartir un recuerdo: Sacá una foto vieja, un audio, una anécdota. Reírse juntas (o llorar un poquito) también es agradecer.
Un gesto inesperado: Hacerle un mandado. Ayudarla con algo que siempre hace sola. Esas cosas que no se ven, pero que hacen la diferencia.

Sabemos que el día de la madre son todos los días, pero nunca está de más un detallito especial de vez en cuando.

Este Día de la Madre puede ser distinto.
No por lo que regalás, sino por lo que mostrás: que estás, que valorás, que no das por sentado.
Y si además querés acompañarlo con algo lindo… eso ya es un plus
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